Mi espíritu se fundió con el de la isla en el último solsticio, cuando por primera vez la comprendí. En ese momento de epifanía, que me tomó desprevenido, abarqué su sustancia con mi pensamiento. La verdad se me mostró como algo que se descubre luego de estar bajo un negro velo, impenetrable. Y la ví. Supe la isla. Supe que a ella estaba confinado, y que debíamos ser uno. Sólo así podríamos subsistir. Aunque esa palabra me queda corta, debería decir “ser”. Y aún así no encaja con lo que fuimos.
Sólo puedo decir que, desde ese día, todo cambió y dejé de ser yo. Su revelación me mostró también a mí mismo. Me mostró mi camino entre los seres. Y vi que sería sobre sus arenas. Sin la isla no podría ya haber un rumbo para mi vivir. En ella todo estaría bien.
