
¡Al fin! La comida. Por lo menos lo alimentaban. No era un festín, pero eso no importaba. Además, hacía rato que no probaba buena comida. Siempre yendo de un lado a otro. Fast food, un choripán por ahí. Nunca le había importado: en casa no quería estar. Todo por un capricho. ¡Cómo extrañaba el cenar todos juntos!
Debían de haber pasado dos o tres días desde aquel momento en que le bañaron los ojos de oscuridad. A partir de ese instante toda su mente cambió. No confiaría en nadie más. El dolor en la nuca era punzante, insoportable. Si no se hubiera resistido, capaz... Y los brazos, ni hablar. Hacía tiempo que estaban acalambrados en su espalda. El sólo pensar en estirarse en una cama mullida incrementaba su dolor.
Bueno, pero no tenía que amargarse: seguro que la policía los iba a encontrar, o quizás en un momento de descuido él podría escabullirse, sólo tenía que planearlo, tal vez inventando una enfermedad...
Hacía un rato que había silencio. ¿Sería de noche? Pasos en la otra habitación. ¡Tenía que ser su padre, que venía a buscarlo!...
Alguien susurró unas palabras "... pudrió todo... rajemos... ¿el pibe?... " No entendía nada. ¿Habría terminado ese encierro de una vez por todas? ¿Qué iban a hacer con él?
Entraron en la habitación. Alguien le desató las manos de la silla. ¡Su oportunidad! Pero no, enseguida lo agarraron firmemente de las muñecas y lo ataron. " No te vayas a escapar, ¿eh? " Si hubiera tenido un segundo más...
¿Y ahora qué? "¿Adónde me llevan?" La respuesta no se hizo esperar, la punta del revólver se posó fríamente en la sien. "¡Callate y caminá!".
¡Mierda! ¿Justo a mí me tenían que agarrar?. Lo introdujeron en un cajón. No, el baúl de un auto. El motor arrancó.
Mientras intentaba desatarse pensó en sus padres. Sus compañeros de curso. ¿Se habría perdido la prueba de Economía? Igual, con todo este lío capaz que zafaba. ¡El cumpleaños de la abuela! Pobre, qué mal la debía estar pasando. ¡Y él que le había prometido una pastafrola casera!...
El coche paró. Pasos corriendo, alejándose. Silencio...
En cuanto se desató empujó la puerta con todas las fuerzas que le quedaban. ¡Estaba destrabada! ¡Podría haber salido en cualquier momento!
Las aliviadoras gotas de lluvia recorrieron su rostro sonriente. Se quitó la venda que cubría sus ojos y lloró la libertad.
11/2001