20090825

de mi diario





Insomnio. Fotofobia. Calor.
He sondeado el mito de un suburbano eclipse de poetas, y todos me dicen “Habla”. Así que no callo, aquí estoy, VÉANME. Radiantemente sudada, con una luz y un mosquitero en la noche esmeralda.
No apagues la luz, Fausto de muerte. No subas la luz, Nicolás, no sientan su carne latiendo como dijo el poeta, acidulado. Vente a mi lado. Caminemos por esta autopista cuadriculada y bebamos la negra savia Sylvapen. Saciémonos con estas manchas que traducirá el griego, o un sabio, para que valgan oro al morir yo.
Muerte. Infinito tesoro de cerebros. Arcón de recuerdos. Muerte. Silencio puntual. Vagar infinito de nadies. Es un renacer a los muertos despojos vacilantes que quedan desparramados en menterrecuerdos, fotos, títulos, escritos, logros, mentiras que dijimos a una tía chusma, etcétera.
La muerte.
Esa salida de hoyo negro a la nada ¡con todo lo que aprendimos viviendo! ¿Para qué al fin? La nada.
Al final, la nada. Una hueca noche de nuestro día la vida. Un cabo de la soga y no más.
Muerte: ¡Hola! Te dedico este poema. Muerte: Hola. Muerte: Chau.

Aún no me puedo dormir, noche. Sos buena conmigo, que soy tu habitante. Te extrañé, noche, hace meses. Tomo pastillas, ¿sabés? A tí no te importa, tú vienes. Nadie detiene una noche al pasar. Pero sí se estira, a veces, la noche, y me deja habitar.
Pensar, en vez de dormir, hoy es para mí.
Te quiero, noche, con tu frescor iluminada, con tus chicharras almidonadas.
Con esta cama que me echa. Te queremos, noche, los poetas.
|240109|04:15|

No hay comentarios.: